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Leyenda del Santo Cristo de Zacatecas

 

En los primeros siglos de vida de la ciudad de Zacatecas ya corría de voz en voz un relato que ahora les vamos a contar y que fue escrito a principios del siglo XIX por un habitante de este lugar. Gracias a ese texto hoy podemos conocer el contenido de lo que para la gente que vivió aquí fueron hechos reales pero para los que vivimos en el siglo XXI simplemente podría tratarse de una de las leyendas más antiguas de esta hermosa ciudad. Sin embargo, no debemos ignorar que un gran número de leyendas contienen dos ingredientes que las hacen más interesantes: una porción de verdad y una fuerte cantidad de fantasía, imaginación y de exageraciones deliciosas. Y sin más preámbulo vayamos a la narración de los «sucesos» que tratan de explicarnos el motivo por el que se asentó la ciudad de Zacatecas en el lugar donde ahora se encuentra ya que el campamento de los primeros pobladores y mineros estuvo en otro sitio.

Todo comenzó aquel memorable 8 de septiembre de 1546 cuando el vasco Joanes de Tolosa llegó hasta los pies de un cerro al que luego se le bautizaría con el nombre de La Bufa. Juan de Tolosa, apodado por sus conocidos españoles como «Barbalonga» porque tenía una barga muy grande y poblada, estableció su campamento en un sitio que ahora conocemos como las lomas de Bracho. Fue conducido hasta este sitio por un esclavo suyo. Se trataba de un indígena zacateco quien al ver «a su amo tan ansioso de descubrir minas y tener plata, díjole el indio esclavo: “Si tanto haces por ese género, yo te llevaré donde hinches las manos y hartes tu codicia”. Oído lo cual por Joanes de Tolosa, sin revelarlo a sus compañeros españoles, partió secretamente con el indio esclavo quien lo puso en tales minerales y halló tantos y tan ricos que hubo algunos» que adquirieron mucha plata.

Naturalmente que unos de los primeros que se enteraron del descubrimiento de estas vetas argentíferas fueron sus amigos vascos Cristóbal de Oñate y Diego de Ibarra, con quienes tenía fuertes vínculos.

Al correr la pronta noticia de la riqueza de las minas de plata de Zacatecas, mucha gente vino «a poblar estas minas a mucha prisa y fueron los primeros pobladores los soldados que más cerca de este sitio se hallaron y juntamente comenzaron a venir al reclamo de la plata mucha gente de México y, entre ellos, mercaderes y mercaderías».

Un rico y afamado minero, don Alonso de Villaseca que era dueño de minas en Guanajuato, también tuvo participación en los ricos minerales de Zacatecas, sobre todo, en la mina de Benitillas. Don Alonso levantó dos haciendas muy cerca de sus intereses, una de campo y una de beneficio de la plata. Esta última estaba en la cañada que forman los cerros de La Bufa y de El Grillo, muy cerca de los pueblos de los indios que trabajaban las minas. En cada hacienda construyó su respectiva capilla y en cada una colocó una imagen de Cristo crucificado que había adquirido hacia el año de 1563. Debido a la proximidad de la hacienda de beneficio y a la devoción que la gente le tenía al Santo Cristo que se veneraba en esa capilla, por los favores que les otorgaba, «se fue poco a poco viniendo la población de españoles cerca de dicha capilla y de esta suerte llegó a trasladarse la ciudad de Zacatecas al local donde hoy está, a pesar de la incomodidad que ofrece lo estrecho de la cañada. El lugar de esta capilla debió estar cerca de donde ahora se alza la Santa Iglesia Catedral zacatecana».

Esto quiere decir que los españoles que antes habían acampado en las ahora denominadas lomas de Bracho y los que estaban dispersos con sus haciendas en los alrededores (en el campo y en las minas), con el paso de los años y gracias a la devoción que comenzó a cobrar la imagen del Santo Cristo de la hacienda de don Alonso de Villaseca decidieron construir sus casas en torno a esa capilla que estaba situada en la cañada. Y, en consecuencia, esa devoción fue determinante para que la ciudad de Zacatecas se asentara en el lugar donde hoy está. Al centro se construiría la primera parroquia y en torno a ella las casas de los españoles, mientras que las humildes viviendas de los indios estarían en las periferias.

En cuanto a la devoción que los habitantes de Zacatecas le profesaron al Santo Cristo fue en aumento y muy pronto comenzó a obrar milagros en su favor, a tal grado que esta imagen llegó a convertirse en uno de los principales protectores más apreciados de los mineros y de toda la ciudad. Con el paso del tiempo esa imagen fue colocada en una capilla anexa al templo parroquial y a partir de entonces se le conoció como el Santo Cristo de la Parroquia de Zacatecas. Esta preciosa escultura no sólo obraba prodigios individuales, también lo hizo con toda la ciudad tal y como le contaremos en la segunda parte de este artículo.

De esta leyenda ¿cuáles eventos son verdaderos y cuáles contendrán sólo el producto de la imaginación y de la fantasía? Eso… ya lo comentaremos en otro momento. Pero lo interesante es que hemos rescatado y difundido una de las leyendas más antiguas de Zacatecas. Un relato al que mucha gente le otorgó todo crédito, creyó en su contenido y más de una persona ACTUÓ movida por esa creencia, es decir, una leyenda motivó acciones humanas reales y a eso le llamamos Historia. ¿O usted qué opina?

Fuente: Manuel González Ramírez - Cronista de Zacatecas.

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